El Helicobacter pylori forma parte de la microbiota de la mayoría de las personas y no siempre hay que erradicarlo. Si nos encontramos en condiciones de equilibrio, no es patógena. El problema viene cuando, por distintas razones, de las cuales la más habitual es la baja acidez estomacal por niveles de estrés prolongados, una mala alimentación, el uso de antiácidos etc acaban dañando la mucosa gástrica y provocando su sobrecrecimiento, convirtiéndose en patógena y generando mucha sintomatología como: acidez o ardor, dolor en la boca del estómago, eructos, digestiones pesadas, náuseas, inflamación, pérdida de peso involuntaria y sensación de estómago vacío.
El problema es que muchas veces eliminamos la infección, pero no resolvemos lo que generó el problema. Y esto, a la larga, puede acabar implicando una nueva reinfección de la bacteria u otros problemas digestivos. Por lo tanto, es muy importante conocer el origen del problema y tratarlo desde la raíz.